La música es la trompeta de Satán
Un grupo de Salafistas (islamistas extremistas) considera que la música es el instrumento del diablo y que incita a gente a hacer cosas ilícitas porque distrae y contamina. La noticia ha saltado a “ el País” de hoy porque este grupo de gente se ha instalado en Melilla y sus hijos están acudiendo a la educación reglada y gratuita a la que en España tienen acceso todos, pero reniegan de la clase de música y se ausentan de ella.
Semejante entradilla puede dar cabida a muchas argumentaciones, pero no quiero hablar de inmigración, ni de adaptación, ni de religión, traigo la noticia a colación porque mi amigo el Pocho ama tanto la música que en cuanto leí la noticia me acordé de él.
Imagino que para los Salafistas el Pocho debe ser como un acólito de Satán, un monaguillo del diablo, el trompetero de Pedro Botero...
Y hay cosas que dicen que son ciertas, no en cuanto al pocho en cuanto a la música. La música distrae y contamina, lo que no entiendo es el matiz negativo de eso. Yo que por una carambola genética de la evolución provengo de una familia en la que nacemos sin oído, aunque con dos hermosas orejas, no soy tal vez el mejor defensor de las notas, pero si que he vivido sus efectos.
Sus efectos como bálsamo en malos momentos, su papel como conductor de mensajes, la poesía cantada, los bertsos, las décimas, los endecasílabos sabinianos, la melancolía desgarradora de un tango, la alegría de un rock `n` roll, la energía heavy y el romanticismo de una balada (heavy, eso sí…) me han acompañado en tantos momentos que debo pertenecer al nutrido grupo de acólitos de satán según la definición salafista.
Y aunque a mí me toca desde cerca, a uno le surge la curiosidad de que opinarán los amigos que no viven como yo con la música sino que viven la música, Así que, qué opinás Tirsi?, Ta zu Cuerdo?, y el resto de amantes musicológos que nos leen?
Pues claro que la música contamina y distrae, como cualquier otra droga. Pero no hay existencia humana posible sin una droga que la acompañe. Que me expliquen los Salafistas qué hacen cada vez que quieren alejar los pensamiento oscuros, cada vez que quieren evadirse de la realidad. ¿Puede ser que la religión sea su droga?¿Y el Corán la partitura que describe la música celestial?
ResponderEliminarUHF dijo:
ResponderEliminarClaro, las religiones, en su afán de buscar pecados, lo contaminan todo. Yo habría apoyado más un argumento contra la música que cuestionara la universalidad de su buena acogida. Parece que aún no ha nacido el héroe capaz de abominar en público –rigores fundamentalistas aparte- de esa aritmética de los sonidos (sospecho que mi esposa estaría dispuesta a hacerlo, a juzgar por sus gestos durante mis intentos al piano, pero le atenaza el qué dirán). Un amigo mío decía aborrecer el mar, y le negaba su misterio, su poder de evocación, el pan y la sal: admiro su valentía. Pero la música? Quién se atreve contra ella? Si la ponen en un altar hasta quienes, como nuestro atento anfitrión, confiesan tener una oreja enfrente de la otra!
Yo fui monaguillo. Era una época de niñez y adolescencia. Fui monaguillo en distintos lugares. El tiempo finalmente me alejó de esos escenarios y me acercó a otros. Es probable que ahora esté más cerca de ser monaguillo del diablo, sí. Sigo en las misas, pero sobre todo en las que abunda el vino mistela.
ResponderEliminarY creo que soy monaguillo del diablo porque soy adicto, sí señores, lo admito. Tengo una adicción incontrolable y fue así que me di por vencido a las tentativas de Satán a alistarme en sus ejércitos y ahora soy uno de sus súbditos. Bueno, tengo varias adicciones, pero de eso hablamos otro día. La principal es la que el amigo Dr. Wally Otaegi trae a discusión: la música. Ya ver la palabra escrita me da mono (sind. de abstinencia para los familiares sudamericanos). No puedo dejar, como dicen Charly García y Pedro Aznar en una canción. Los duros días en que no escucho música me siento caer en un oscuro pozo, como si fuera la dosis de energía faltante que me hace andar, pensar, simplemente vivir.
Me alegro de haber entrado al mundo satánico, y eso que no soy fanático de Iron “Maider”, en contraposición de mi compañera de laboratorio. Me alegro porque diariamente me deja probar un poquito del manjar espiritual, de ese habla del alma. Y ni les cuento cuando se trata de interpretarla uno mismo, ahhh, sobredosis, éxtasis!!
Pues sí, estoy de acuerdo con el Cuerdo, contamina y distrae cual religión cualquiera, pero qué bien que hace, no?
La música viene de la naturaleza, cómo negarla? ¿Como el amigo de UFH que niega el mar? ¿A cuánta gente inspiró el mar para componer música? ¿Quién no imaginó en algún sonido de un pájaro una melodía nunca escrita? Hasta el sonido de fondo de una ciudad se transforma en las cabezas de los satánicos músicos inspirados en fantásticas canciones.
Orgulloso estoy de ser monaguillo de Satán. Y con el grupo que formamos en el sótano 666 del 7º infierno tenemos pensado hacer una gira por Melilla y Ceuta también… si algún Salafista se atreve a oír… Están convidados.