Es
extraño observar como, a medida que envejecemos, nos sorprendemos con más
dificultad, pero nos asustamos con más facilidad. Todas esas cosas terribles
que en la juventud parecían parte de historias lejanas, con el paso de los
años, empiezan poco a poco a sucederle a uno mismo, o a sus seres más queridos.
Cosas que nos golpean, nos marcan y, sin siquiera darnos cuenta, nos van
cambiando poco a poco desde lo más profundo de nuestro ser. Irremediablemente,
esa sensación de lo frágil que es la vida va ganando terreno. Lenta pero
inexorablemente.
Pero
también nos hacemos más sabios. Nuestro entendimiento del funcionamiento del
mundo y de las personas que nos rodean y de cómo funcionamos nosotros mismos se
hace más profundo y sólido. Nos frustramos menos. Y aprendemos a tolerarnos a
nosotros mismos. El que entienda la vida como un continuo reajuste, un eterno
recalibrado de su visión del mundo y de su relación con él, siempre se sentirá
un poco perdido, pero nunca completamente. Pues siempre hay huecos por
rellenar, asperezas por pulir. Y aunque de vez en cuando aparezcan un cincel y
un martillo a desfigurar la perfecta escultura que hemos construido, ese
constante retocado de nosotros mismos, por muchas erratas que tengamos o que la
vida nos produzca, es lo que nos mantiene vivos. Mientras podáis, nunca dejéis
de hacerlo.
La vida verdadera está en el movimiento hacia delante, en el mejoramiento de uno mismo y en el mejoramiento de la vida del mundo a través del mejoramiento propio y de los otros seres humanos. Ahora son las seis de la tarde. Voy a dar un paseo y a ver el árbol de Navidad.
ResponderEliminarLev Tolstói - Diarios
Noooo... ignoren, por favor, el anterior comentario. O mejor, bórrenlo si pueden, extermínenlo, pisotéenlo hasta asegurarse de que está bien muerto y no vuelve a aparecer de nuevo. Perdóname, Haritz. Mis absurdas apariciones aquí son absurdamente esporádicas, y sin embargo se ha tenido que dar una absurda repetición de una cita absurda (cfr 3 agosto 2013). Algo me ha hecho despertar esa sospecha, y era cierta. Estoy sumamente avergonzado, pero me está bien empleado. Debí haber hecho caso de aquella firme intención de dar la espalda para siempre a todo modo de comunicación cibernética. Por poco que se asome uno a ellas, acaba viéndosele el culo.
ResponderEliminar" No se puede hablar con ella porque para ella no son necesarias ni la lógica, ni la verdad, ni las palabras que ella dice, ni la conciencia: es terrible".
Lev Tolstói - Diarios.
Jose:
ResponderEliminarSiempre es mejor que intentar detener aguas torrenciales, encauzarlas a caminos que nos convengan. Sé que te lo decimos muchos pero, una vez más, deberías escribir un libro...