-Che, che, che- interrumpió el silencio-… y vos creés en los OVNIS?
- claro, si cada tarde veo aterrizar uno ahí, en Tivissa.
Eran esos minutos de la tarde en que todo se ve rojo y la temperatura es óptima para quedarse ahí sentado mirando al infinito, justo donde estaría Tivissa si la visión humana tuviera posibilidad de doblar paralela a la curvatura de la tierra.
Después seguimos charlando más y profundo, de cosas de la vida como siempre. Hablamos de colecciones de estampillas, de medicina, de bichos del Priorat que pican y los que no, de por qué todavía los coches no vuelan y variedades por el estilo.
Al fin el fresco superó lo poco que ya calentaba el sol de primavera, así que abandonamos la charla exterior.
Días más tarde retomamos el tema pero esta vez con un dato revelador.
-Ayer vi un OVNI- me dice.
-Ja, no me digas!!!!!! Y qué tal? Te saludaron con señas de luces?
-Sí, bueno creo que sí, porque cuando pasaron por aquí arriba cambió de color, se puso todo rojo, como las uvas casi.
-Y qué hiciste, te escondiste para que no te abduzcan como ejemplar de ser humano?
-No, te hablo en serio che!! Si vos decías que los ves cada día, no? Aproveché que estaba con la cámara sacando fotos a los periquitos recién nacidos y les apunté bien y…
-Y?
-Y listo, les saqué la foto.
-Fantástico, ahora llevala a National Geographic que te la publiquen.
-No, para che, de verdad… mirá lo que se ve haciendo zoom…
Y haciendo gala de su nueva cámara, último regalo de sus abuelos, con mil megapixels y lentes Carl Lewis, me muestra que por la ventanita de algo que parecía un plato rojo brilloso suspendido en el aire, se vislumbra un humanoide pelado, verde musgo, con una copa de vino tinto y giñando el único ojo que se le veía.
-Ves, consumen productos con denominación de origen!
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