sábado, 3 de agosto de 2013

La transformación de Nejludov

En otros tiempos había sido un muchacho leal y desinteresado, siempre dispuesto a entregarse de todo corazón a lo que pensaba que era el bien; hoy no era más que un egoísta refinado, un libertino que no amaba más que su placer. En otros tiempos, el mundo divino se le aparecía como un enigma que él se esforzaba en descifrar con un gozoso entusiasmo; ahora, todo en esta vida era para él simple y claro, todo lo parecía subordinado a las condiciones del medio ambiente. En otros tiempos consideraba importante y necesario la comunión con la naturaleza, con los hombres que habían vivido, pensado y sentido antes que él (filósofos y poetas); ahora consideraba necesarias e importantes las instituciones humanas y la compenetración con sus camaradas. En otros tiempos, la mujer era a sus ojos una criatura misteriosa y encantadora, que extraía su encanto de su misterio mismo; ahora, la mujer, cualquier mujer, exceptuando a sus parientes o a las mujeres de sus amigos, tenía según él un sentido muy definido: era únicamente el instrumento de un goce ya apreciado y que era el que más le agradaba. En otro tiempos no tenía necesidad alguna de dinero; apenas gastaba la tercera parte de la asignación que le entregaba su madre; podía renunciar a la herencia paterna y dársela a los campesinos; ahora hallaba insuficientes los mil quinientos rublos mensuales dados por su madre y ya había tenido con ella desagradables explicaciones sobres asuntos de dinero. En otros tiempos consideraba que su ser espiritual era su verdadero yo; ahora consideraba como su yo su ser bestial, sano y vigoroso.

Y la transformación tan profunda que se había operado en él provenía simplemente de que había abandonado su creencia en sí mismo en provecho de su creencia en los demás. Y la causa de este cambio de creencia se fundaba en que vivir creyendo en sí mismo le parecía demasiado difícil, porque para vivir creyendo en sí mismo tenía que decidirse no en favor de su yo animal, únicamente preocupado por el placer, sino casi siempre en contra de él; mientras que al vivir creyendo en los demás se ahorraba tener que decidir nada, pues todo se encontraba decidido de antemano contra su yo moral, en beneficio de su yo animal. Más aún, se creencia en sí mismo lo exponía sin cesar a la desaprobación de los hombres; creyendo por el contrario en los demás, estaba seguro de merecer el elogio de quienes lo rodeaban.


Resurreción, León Tolstoy

1 comentario:

  1. " ... La vida verdadera está en el movimiento hacia delante, en el mejoramiento de uno mismo y en el mejoramiento de la vida del mundo a través del mejoramiento de los otros seres humanos".

    " ... Nuestro amor particular, exclusivo, por las personas que nos son cercanas sólo sirve para demostrar cómo hay que amar a todo el mundo. Ver en las prostitutas a las propias hijas y sufrir por ellas como por una hija amada.
    Voy a cenar".

    León Tolstói. Diarios.

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