sábado, 28 de julio de 2012

Apuntes para una tesis sobre la interpretación musical


Compañeros:

La confrontación entre técnica y alma, entre formación y talento, es un viejo objeto de debate. Yo, como carezco de ambas cosas, es decir, como no puedo ser juez y parte, puedo opinar tranquilamente al respecto. Si han fracasado mis intentos ha sido por falta de talento más que por falta de técnica, aunque es verdad que también carezco de la retentiva suficiente para los datos técnicos. Pero, si cuando pintaba no sabía qué color resulta de mezclar rojo inglés, blanco y una pizca de azul de Prusia, las pruebas resultaban edificantes, y la capa de pasta producto de esa impericia conseguía cierto carácter. Cuando fotografío no recuerdo nunca la relación entre velocidad y apertura, y no sé qué significan las ‘f’ de los objetivos, pero a veces consigo fotos decentes, que revelo también sin atender a requisitos. Lo que mejor se me da, sin embargo, creo que es tocar la guitarra. Eléctrica, claro.
Cuando ayer salió a la conversación, se pusieron en marcha los resortes que se me mueven siempre a la sola mención de ese instrumento. Porque tolero bien que se defienda que la formación y el aprendizaje –disciplinado, inmisericorde, larguísimo- resultan imprescindibles para dominar otros instrumentos. Entiendo que tienen que pasar unos meses antes de arrancarle a un violín una nota audible, que hay que aprender a soplar en los instrumentos de viento y que la carrera de piano dura muchísimos años –aunque tengo para mí que un músico naturalmente dotado los podría reducir a seis meses, aprendiendo por su cuenta-. Pero la guitarra eléctrica es otra cosa.
Claro que un músico de formación no va a concebir fácilmente otro modo de acercarse a un instrumento musical que no sea el del aprendizaje clásico. Escalas, armonía, trasposición… disciplinas orientadas a formar un concertista. Pero en mi opinión, ese camino puede valer para la guitarra española, pero no es necesario –más bien contraproducente- para la eléctrica. A menudo, se toma como una boutade mi comentario de que la guitarra española y la eléctrica son dos instrumentos bien diferentes, pero yo lo digo muy en serio. Se puede tocar, claro está, la segunda como la primera, y obedeciendo a los mismos fundamentos, pero mataremos así toda la expresividad del instrumento, despreciaremos su lenguaje propio y, en fin, conseguiremos tocar una guitarra clásica amplificada.
Suscribo aquello de que la guitarra eléctrica es la reina del rock. Aún diría más: el rock es el reinado de la guitarra eléctrica. Y el rock, en mi opinión, no sabe leer (tampoco el blues, de quien mama -se dice que B.B.King no conoce los acordes de guitarra-). Puede que atienda a las mismas reglas que relacionan las notas musicales en otras disciplinas, pero lo hace inconscientemente, instintivamente, como un niño que aprende a hablar sin conocer la regla gramatical. Para el rock cuenta más el empuje y el desparpajo de la interpretación, la inmediatez, el calor del momento. Se aplican a unos ritmos y unos acordes convencionales la dosis necesaria de espíritu y de fuerza en su interpretación, y a ver qué sale. No hay que olvidar que es un género propiedad de la juventud.
Por eso sostengo que la guitarra eléctrica ha de tocarse con las tripas, como decía, y no hay que repetir el mismo solo dos veces. Es un instrumento cuyo lenguaje no concibe la perfección (Oskar) sino lo contrario: el desarreglo, el fleco, el acople, el cerdeo. Todos esos aparentes obstáculos son los que enriquecen la expresión de un instrumento obsceno como pocos, que debe sonar a demasiado volumen y demasiado saturado si quiere desenvolverse según su filosofía.
Menudo sermón. Oskar: imagina que yo pretendiera empezar a tocar la trompa de un día para otro, sin ninguna noción. Seguramente protestarías. Pues de manera parecida, pero en sentido contrario, protesto yo para defender el honor de mi instrumento.
Y Matías, estoy seguro de que tu amigo el guitarrista pensaría que soy un charlatán. En realidad, tengo que confesar que no he encontrado demasiados adeptos –incluso dentro del rock- a esta ideología que he intentado esbozar (y resumir, lo juro).

Disculpad el atrevimiento, y la extensión.

Sed felices.

José Puerto

lunes, 16 de julio de 2012